Apostol en Familia N°84

Educar a los hijos con un fuerte sentido social debería ser prioridad para los papás católicos, si es que queremos que los niños sean personas íntegras, con los pies en la tierra, pero con un fuerte vínculo espiritual. Nuestra sociedad necesita hoy, más que nunca, mujeres y hombres que tengan sensibilidad por los problemas que existen.

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Pero, ¿qué significa educar en lo social en el hogar? Significa asegurarse, que desde muy pequeños, adquieran sensibilidad por lo que los rodea y no crezcan en una burbuja.

Para ello, se nos ocurren tres cosas que podríamos hacer. La primera es que nosotros actuemos en consecuencia con lo que queremos inculcar. No debemos olvidar que los padres representamos un modelo de vida para nuestros hijos y lo que nosotros hagamos puede terminar siendo imitado por ellos. Cuidemos el trato que le damos a las personas que nos rodean, especialmente a los que trabajan con nosotros. Si los padres tratamos mal a esas personas, lo más probable es que nuestros hijos sean iguales en el futuro (“de tal palo, tal astilla”). Años atrás cuando íbamos en el auto con los niños, se me cruzó un taxista en forma indebida. No se imaginan todo lo que le dijimos al taxista. Al día siguiente un perro se le cruzó por delante a unos de nuestros hijos de tal forma que casi lo bota al suelo. Nuestro hijo recitó el mismo silabario que habíamos lanzado el día anterior contra el taxista. Por lo tanto, debemos cuidar mucho lo que hacemos, como actuamos, lo que decimos, ya que ello es parte de la educación de nuestros hijos.

Lo segundo, es que eduquemos a los niños en los valores sociales, tales como la igualdad, fraternidad, solidaridad, dignidad, cooperación, honestidad, responsabilidad, sinceridad, etc. En muchas ocasiones no nos preocupamos de ello o pensamos que es el colegio el llamado a hacerlo. Enseñémosle a ser fraternos, solidarios, sinceros, etc., mostrándoles cómo hacerlo o corrigiendo cuando ellos no lo hagan. Recordábamos también cuando otro de nuestros hijos no trató con respeto a la hija de la nana y le dijimos porqué eso no era correcto y le pedimos que fuera a darle disculpas.

La tercera, es enseñarles a nuestros hijos a ponerse en el lugar del otro y a no hacer nada de lo que a uno no le gustaría que le hicieran. Una de nuestras hijas nos comentó en una oportunidad, que le llamaba la atención que había mucha gente que no saludaba a los guardias que están a la entrada de las grandes tiendas y que una vez uno le había comentado que se sentía invisible.

Partamos por algo tan sencillo como que nuestros hijos se den cuenta de la importancia de resguardar la dignidad humana, como el derecho que tiene cada persona, de ser respetada y valorada como ser individual y social.

 

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